Carlos Faerrón vive la mayor parte del año en Costa Rica. Es Director Asociado de Planetary Health Alliance, T.H. Chan School of Public Health de la Universidad de Harvard, Director de Global Health Programs y Profesor Asociado de la Escuela de Posgrado de la Universidad de Maryland, por mencionar algunos de sus roles.
Sus hobbies son “sencillos”: como hay aficionados al vino, Carlos lo es al café: lo estudia, viaja a zonas cafetaleras y ha trabajado en ellas. También el fútbol le ha dado un significado diferente a su vida, lo juega y lo va a ver.
Era un muy joven médico en la clínica de una pequeña comunidad indígena cuando comenzaron a desvelarlo las “big questions” (grandes preguntas), al ver que “muchas de las cosas que veía allí eran una representación tardía de algo que podía haberse prevenido”.
Aquella frustración fue canalizada en una carrera profunda y meteórica dedicada a recuperar la narrativa de la reconexión con la naturaleza, a enfocar la educación en la afectividad y no solo en lo cognitivo, y a lograr “la gran transición” hacia la Salud Planetaria donde, afirma, los Baños de Bosque “enfatizan esa reconexión tan necesaria con aquello que fuimos”.
Una comunidad indígena y la Salud Planetaria
“Creciendo en Costa Rica nos hablaban mucho en Educación Cívica de la creación del sistema de Parques Nacionales como una de las legislaciones emblema de Costa Rica, que en Centroamérica y Latinoamérica fue pionero en ese sentido. En la escuela teníamos una relación muy cercana con animales de granja. Era un lugar bastante bonito para aprender y correr por bosquecitos y jugar con insectos. Aprendíamos cuáles tocar y otros no, a veces de manera no muy placentera.
“Pero mi carrera profesional se cruzó con el Medioambiente unos 20 años después, ya graduado de la Escuela de Medicina de la Universidad de Costa Rica, cuando estuve un tiempo haciendo medicina comunitaria en un territorio indígena donde la relación con la naturaleza era completamente distinta.
“Cerca de esa misma comunidad había una estación de investigación de Biología Tropical donde se recibía a un montón de investigadores, estudiantes de doctorado en distintas áreas de las Ciencias Naturales y empecé a frecuentar y a tener conversaciones con ecólogos, biólogos, conservacionistas y mi inquietud fue tratar de hacer algo en conjunto. Primero fue un curso, y pasé del área de Salud al área de Educación con ellos.
“Ahí comenzó mi carrera académica en esa intersección entre la salud y la naturaleza que a la vez entrelazaba la interculturalidad y los Derechos Humanos. Esa aproximación interdisciplinaria fue mi entrada a este campo que sería la Salud Planetaria».
“Recién salido de la Universidad venía muy cansado del ambiente hospitalario, venía con un burnout y había decidido que la carrera hospitalaria no era para mí. Focalicé estas energías hacia algo nuevo y no a la frustración. Me empecé a desenvolver en redes de universidades y de profesionales hasta llegar a la Planetary Health Alliance.
“En 2015, cuando se lanzan los Objetivos de Desarrollo Sostenible ya estaba trabajando en una iniciativa con El Líbano para desarrollar una Maestría de Desarrollo Sostenible y Salud Global, pues el término de Salud Planetaria no estaba consolidado”.
“Luego conocí el reporte de The Lancet sobre Salud Planetaria y en Planetary Health Alliance en la Universidad de Harvard, donde ya tenía una relación”.
La educación “afectiva” y los Baños de Bosque
“En el I Seminario Ciencia, Naturaleza y Salud vamos a conversar sobre cómo entender la salud en el Antropoceno. Hay transiciones o transformaciones que tenemos que hacer, «la gran transición«, donde repensamos los sistemas económicos, sociales, ambientales, y donde más me involucro es en la educación porque tengo un gran interés de esta parte afectiva del aprendizaje que muchas veces se nos olvida.
“Hemos tecnificado mucho la educación y la hemos enfocado en el desarrollo de contenido teórico y conocimientos. Sin embargo, nos olvidamos que hay una parte afectiva e incluso espiritual del entendimiento de quién es uno en el mundo y el impacto que uno quiere tener.
“Nuestros sistemas nos han separado del entendimiento de la interconexión entre humanos y naturaleza, de esa interdependencia que existe entre sistemas naturales y sistemas sociales. Se nos ha olvidado, y a propósito muchos sistemas están buscando separarlos: el lenguaje, sistemas económicos, lo que vale y lo que no vale, lo que decimos y no decimos, cómo pensamos… Esto está relacionado con esa desconexión y nos ha llevado en parte a olvidar su parte afectiva pero también a aprender de una manera diferente. Esa afectividad con el sistema natural es lo que quiero desarrollar».
“El Forest Bathing es una de las maneras. La desconexión nos cambia absolutamente todo. Nuestros sistemas se adaptan rápido pero en esas adaptaciones vamos perdiendo ciertas cosas -como la circularidad- y eso nos puede enfermar. Siento que la Humanidad está llegando a ese punto.
“El Forest Bathing es un poco de esa reconexión, de esa pausa, de esa necesidad de retomar lo que fuimos, lo que éramos, y no este cambio acelerado que hemos vivido. En esa interconexión hay una memoria histórica en nuestras células que se activa y dice ‘aquí hay algo que me acuerdo’ y puedo llegar a sanar. Lo que digo puede sonar esotérico pero no lo es: hay un campo de la ciencia que se dedica a estudiar estas cosas
“Hemos sido criaturas de narrativas y mitologías: hay que generar esas nuevas narrativas de reconexión y el Forest Bathing enfatiza eso, pero además lo respalda con la ciencia y es una buena combinación”.
Las “grandes preguntas”
“Lo que me mueve son las ‘big questions’, las grandes preguntas que tenemos que hacernos como civilización para poder tener futuros prósperos. Mi carrera empezó río abajo y estoy buscando llegar a la fuente del río con esas ‘big questions‘. Ir río arriba a encontrar las causas de por qué las cosas eventualmente pasan de una manera desafortunada».
“Desde que trabajaba en la clínica en esta pequeña comunidad indígena (San Vito de Coto Brus), parte de mi frustración que después pude trasladar a otro tipo de energía era que muchas de las cosas que llegaban a la clínica eran una representación tardía de algo que se podía haber prevenido.
“Una enfermedad transmisible, una neumonía o un parásito u otras cosas que podían marcar a alguien de por vida, como un embarazo temprano o adolescente, que fue un tema que era bastante prevalente, y se podía trabajar desde la prevención y la educación, y no estando sentado en la clínica esperando que aparecieran.
“Ese fue el primer paso, pasar de un enfoque clínico individual a un enfoque de salud pública, mucho más preventivo. La vocación por la educación es una cuestión que siempre me ha llamado y me visualicé dentro de una gran teoría de cambio de la sociedad.
“A mis estudiantes les enseño los 5 porqués. Ver un fenómeno y preguntar 5 veces a ese fenómeno el por qué, siempre yendo hacia atrás, para poder entender los factores estructurales que llevan a este fenómeno, y pensar en estrategias complementarias y conjuntas y convergentes en el camino”.
Ph: Cortesía Carlos Faerrón Guzmán