Nadie sospechaba que la hija de un marino mercante nacida en los Estados Unidos, emigrada a Alemania durante sus estudios universitarios y gerenta de Finanzas de una empresa alemana en Chile fuera la mujer de voz aterciopelada que guía a 70 personas en baños de bosque para personal de la salud en Viña del Mar.
Ana María Andrade guía en el Jardín Botánico de Viña del Mar con el apoyo del Director del predio y conoce ese sitio como pocos. Allí viaja los fines de semana para ofrecer paseos al público general, a empresas y a personal de Salud. Luego de décadas de trabajo de oficina, se retiró anticipadamente y hoy, como FTHub Guía de Baños de Bosque, fundó Ama Bosque y recorre Chile y alrededores con su compañero Ricardo en su motorhome.
Los Andes y el sentirse pequeño
“En mis años de escuela vivía en Quilpué y los profesores nos llevaban siempre al cerro a hacer excursionismo a la nieve. Luego fui a Santiago (la capital de Chile) y aquel contacto se fue perdiendo con los estudios y el trabajo. La naturaleza estaba cada vez más alejada de mi vida diaria excepto en los inviernos que iba a esquiar a la montaña, y allí sí que sentía esa grandeza que se da en la Cordillera (de los Andes), ese sentirte tan pequeño siempre me sobrecogía.
“En una parcela que tenemos en Pirque, a 40 km de la Capital, disfrutábamos los veranos o del fin de semana y siempre me volvía un poco al centro, a la calma: se duerme bien allá, con el sonido de los pájaros y del agua que corre por un canal. Eso me relajaba, pero no lo notaba conscientemente».
“En 2019 me invitó una amiga a hacer un baño de bosque (Gina, FTHub Guía de Baños de Bosque y entonces futura compañera de formación de Ana), y fue una sensación tan grata y me sentí tan bien después de hacerlo, que empecé a investigar, a comprar libros. Y sólo meses después me enteré de que venían a formar a Chile por primera vez en Sudamérica».
El camino hacia los bosques
“Creo que la formación ha sido la experiencia más maravillosa que he tenido. Estar inmersos en el bosque valdiviano haciendo teoría y práctica todos los días fue toda una experiencia. Desde entonces, he seguido manteniéndome en contacto con la naturaleza casi a diario. La necesito. Si estoy una semana en la ciudad, necesito salir, ir al campo o a un parque.
“En mi época universitaria vivimos en Hamburgo algunos años y allí estudié Administración de Empresas. Al regresar a Chile volví a estudiar Ingeniería Comercial y entré a trabajar a una empresa alemana por 27 años a cargo del área de administración y finanzas, con mucho estrés, muchas horas, hasta que me jubilé anticipadamente.
«Los baños de bosque me llegaron en ese tiempo. Al poco tiempo entró el Covid en Chile y la cuarentena fue muy larga. En esa etapa ofrecí baños de bosque online. La gente lo necesitaba mucho y quedaba muy contenta, se sentía mucho mejor, era un verdadero alivio para lo que estábamos pasando. Y eso me motivaba para seguir adelante.
«En la primera apertura que tuvimos, salimos inmediatamente al Jardín Botánico y también al Parque Nacional Río Clarillo, cerca de Santiago. Desde allí no paramos. En el Jardín Botánico de Viña del Mar guío mucho, nos acogieron muy bien. Ahí estoy como en casa”.
Corporativos y el sector de Salud
“Una empresa que lanzó un perfume con esencias basadas en la cultura japonesa querían ofrecer en el evento de lanzamiento un baño de bosque. De modo que hicimos un paseo para 60 personas, en un sitio que tiene un parque con un castillo en medio, una superficie donde nos podíamos ver todos.
«Casi al mismo tiempo, el Servicio Nacional de Salud de la región de Valparaíso y San Antonio me convocó para hacer baños de bosque para sus funcionarios. De modo que diseñamos un programa de baños de bosque al que asistió personal de la salud, empleados del sistema de salud. 70 personas divididas en 5 grupos, en dos paseos cada 15 días.
“Como los primeros grupos comentaban a sus colegas cómo había sido la experiencia, cuando llegaron los últimos grupos venían con cierta expectativa. Sus compañeros les decían ‘no puedes faltar, es una experiencia maravillosa, tienes que hacerlo, no sabes lo bien que te sientes después’. Era una gran responsabilidad.
“Les hicimos una evaluación que mide estados de ánimo, antes del primer paseo y al final del último. En medio de ambos paseos, les dimos actividades de conexión con la naturaleza que pudieran incorporar en su día a día. La idea es que generaran un hábito con esto. Que no fuera un paseo de baños de bosque y nada más, sino que hubiera una continuidad”.
Resultados para el alma
“Los resultados son increíbles: los índices más altos antes del primer paseo fueron fatiga y ansiedad y ambos, después del segundo, disminuyeron en más de un 70%. El vigor o energía fue el tercer índice más alto en el primer paseo y luego aumentó en más de un 35%. El enfado y la depresión también disminuyeron.
“La gente se fue con muchas ganas de repetirlo, con ganas de que se vuelva una práctica habitual dentro de sus funciones, de su trabajo. Ellos saben cómo está el personal de la salud, trabajando 12 horas entre cuatro paredes. De modo que quedaron en conversar con sus jefaturas para poder incorporarlo como práctica habitual.
“A mí me llena el alma. Me doy cuenta de que es algo que a la gente le sirve, se va contenta, se va con un ánimo distinto. Quieren traer a sus familias, me preguntan cuándo los volveré a hacer. Algunos han tomado hasta 3 buses para llegar al paseo, viajando hasta 3 horas para llegar.
“Además de lo que me ha impactado el resultado del test, hay algunos casos que me han resonado a lo largo de mi experiencia. En la época en que salíamos de la pandemia, fue al paseo grupal un matrimonio con su hija de 6 años. La niña se quedó conmigo mientras los padres hacían actividades individuales».
“Durante el momento de compartir la experiencia, esa mamá dijo: ‘Yo llevaba muchos meses sin tener un tiempo para mí, estoy todo el día con mi hija y marido y no hago nada sola… Y esta actividad se me hizo muy corta, no puede ser que hayan pasado 20 minutos… No los sentí. Me hizo tan bien estar conmigo”…
Los niños y el bosque
«Al comienzo había decidido no guiar paseos con niños. Pensaba que no podría diseñar actividades para ellos, o que debían de ser muy distintas. Pero los pedidos fueron llegando y me di cuenta de que era más sencillo de lo que pensaba.
«Un momento que recuerdo mucho es en un grupo de personas y familias, un pequeño de 6 años que me dijo al comienzo ‘yo no voy a hablar nada, no pienso hablar’. Le dije que no se preocupe, que aquí haría lo que quisiera. Luego de la segunda actividad ya no había quién lo parara: contaba lo que hacía en su colegio, lo que hacía en un huerto. Estaba feliz con el paseo y se le olvidó quizás que había gente que no conocía, adultos fuera de su círculo cercano, y comenzó a conversar con todos.
“Las intervenciones eran muy de lo simple, de lo sencillo, de las cosas que ve un niño que, con el correr de los años, a los adultos se nos van olvidando. Los demás se nutrieron de ello, se fueron con una visión diferente, distinta a cuando el paseo es sólo de adultos”.
Ph: Cortesía Ana María Andrade